The Fabelmans
Rainer Tuñon C.
Steven Spielberg es un pionero de la era del “blockbuster” en la historia del cine, también el realizador más influyente y ejemplo a seguir por generaciones dada su variada filmografía. Se trata de un grandioso mago del séptimo arte y sin duda alguna un nombre que sigue vigente en la historia del entretenimiento global.
Pero, ¿Cómo empezó su fascinación por el cine? Él mismo nos responde las dudas desde que inicia su último proyecto, The Fabelmans, el retrato de un niño al que una ida al cine con sus papás para ver el mayor espectáculo del mundo (aquella mega película ganadora del Óscar que fue producida por Cecil B. DeMille y protagonizada por Charlon Heston en 1952), le cambia la vida para siempre.
A medida que desfilan las anécdotas familiares y técnicas, vamos comprendiendo las sensibilidades artísticas e intelectuales en su entorno, y al mismo tiempo Spielberg se encarga de colocar imágenes y situaciones que la vida misma le permite narrar a sus 76 años de edad, con una sensación de sabiduría y nostalgia, desde la perspectiva de quienes intervienen en su vida.
Entre sus personajes mejor construidos, el tío Boris Schildkraut, interpretado por Judd Hirsch, en una brevísima intervención que le valió una nominación al Óscar como mejor actor de reparto; Mitzi (Michelle Williams, también nominada al Óscar) la mamá de Sammy y Burt (Paul Dano, el Acertijo de The Batman), mostrando a la audiencia un equilibrio coral que va en función del protagonista encarnado por el joven Gabriel LaBelle, como Sammy Fabelman.
De hecho, la idea de realizar una película sobre su infancia siempre estuvo presente en Spielberg, que desde 1999 había decidido hacerla, aunque con ciertas limitantes por el temor que sus padres no compartieran la visión que tenía sobre su etapa entre los 8 y los 21 años de edad; sin embargo, en medio de la producción de West Side Story, se reunió con su guionista Tony Kutcher para trabajar juntos en esta experiencia de vida llevada al celuloide, con increíbles resultados en la mente y corazón de los espectadores.
En cada fotograma se siente la visión que Spielberg desea contar y siendo una película sin mayores pretensiones, salvo la de narrar y ser de referencia autobiográfica, logra encantar y hasta ser recomendada como la mejor película vista y disfrutada en lo que va de la temporada. “Las películas son sueños que nunca se te olvidan”, “la culpa es un desperdicio de emociones” y “Cuando el horizonte está en medio es aburrido y soso” (genial elección del mítico director David Lynch en la piel del legendario John Ford) son las tres frases que quedan en la mente una vez concluye esta carta de amor al celuloide redactada con sutileza y honestidad por el más prolijo director del cine comercial de los últimos 50 años.